miércoles, 23 de abril de 2008

sábado, 19 de abril de 2008

Información sobre Lecthurdana.

El presente Blog acompaña un cuadernillo con las 10 primeras lecturas. (Lecturas y preguntas). Pensadas para el Tercer Ciclo de Primaria. (6º curso).

Para más información contactar con el C.P.R. de Caminomorisco o con cualquier componente del grupo.

Cualquier maestro o persona interesada por textos hurdanos es bien recibida en Lecthurdana.

Hasta pronto.

viernes, 18 de abril de 2008

Textos para el próximo año...

Próximas lecturas:

“El testamento del pastor” (IGR: 0917. Versión de la alquería de La Fragosa. Recogido a Jesús Crespo Crespo, de 60 años, en julio de 1991). En unos versos de esta versión, que cierran dicho romance, escuchamos:


22 …La mi navaja galana
pa un pelliquero sería,
pa que suelle los cabritos
el día de Pascua Frorida.
24 La pellica de una loba,
que se murió de morrina,
se la entrieguin a las mozas,
que de alfombra sirviría
26 cuando estén en el serano,
que de mí se acordaría,
que los retozos tan buenos
los llevo pa la otra vida”.

"El lescañu sa queau solu, sa íu Maxi". (Jose Mª Alcón Olivera) “Requilorios” (1985)

Maxi, pal que no lo conoció, era cura, un cura mu arriscau, d’esus curas que no te acagulaba de que lo era hasta que alguno te lo idía o él mesmu te lo espetaba.

Sabía tocal l’acordeón y en los domingus grandis se le oyía en las taberna tocalalguna jota pa que el personal la bailara. Tamién tenía una bodega po la que ha pasau buena parti del lugal pa probali el vinu: él ya no pía bebelu por andaba algu pachuchu y era mu cudadiosu con la salú. Nació y se crió en el Guijitu (Guijo de Galisteo). De cura en el pueblu ondi estubu muchu tiempu jue en Cedillu, pero en cuantinu estaba un poquinu descruíu lo pías vel en el Guijitu, que era mu amigu de los sus amigus, que eran cuasi tos, y mu familial. Mi padri tieni una gran pesaumbri con la su ía, eran mu amigus, amás que vecinus...

"Copla de San Blas"

En Sebaste, tierra armeña,

En Sebaste, la ciudad,

De unos padres caballeros

Engendrado fue San Blas.

Desde niño fue ya obispo

Y se iba a predicar;

Las fieras y los paganos

A arrodillarse le van,

Pero el tirano Cirilo

No se quiso arrodillar.

-Arrodíllate, Cirilo,

que ganarás mucho más,

que si tienes siete imperios,

catorce tú ganarás.

Y después que los ganó,

Su hijo a la muerte está,

Que una espina de un pescado

La tenía atravesá.

-Aquí me tienes, de nuevo,

pa lo que quieras mandar,

pero cúrame a este hijo,

que me está a medio ajogar.

Con la señal de la cruz

Se ha armado el santo, San Blas;

Por la gracia de Dios padre,

Al niño vino a curar.

"ALBORÁ DE REYES."

_Tú que vives enfrente de las campanas oyes tocar a misa, rosa temprana.

_No he visto el sol ni la luna más clara, no he visto el sol, resalada del alma.

_Como vives enfrente del campanario, oyes tocar a misa, rosa de mayo.

_No he visto el sol ni la luna más clara, no he visto el sol, resalada del alma.

_En el río lavando la lavandera ha perdido la liga y era de seda.

_No he visto el sol ni la luna más clara, no he visto el sol, resalada del alma.

_Las estrellas del cielo son ciento doce, con las dos de tu cara, ciento catorce.

_ No he visto el sol ni la luna más clara, no he visto el sol, resalada del alma.

_En el río dan voces, alguien se ahoga, será la lavandera que está sola.

_Tres reyes fueron a verte a tu cama, también va el lucero de la mañana.

_Estrellita, estrellita, estrella, estrella, quien tuviera un espejo y mirase en ella.

_Tres reyes fueron a verte en tu cama, también iba el lucero de la mañana.

_Las estrellas del cielo, como relucen, con la alegría que tienen los de Las Hurdes.

_Tres reyes fueron a verte a tu cama, también iba el lucero de la mañana.

_Si supiera escribirte, yo te escribiera, una carta de amores que te rindiera.

_Tres reyes fueron a verte a tu cama, también iba el lucero de la mañana.

_Dónde tienes el nido, paloma blanca, en el pino más alto de la montaña.

_Tres reyes fueron a verte a tu cama, también iba el lucero de la mañana.

_Dónde tienes el nido, paloma negra, en el árbol más alto de la alameda.

_Tres reyes fueron a verte a tu cama, también iba el lucero de la mañana.

_La luna de enero te he comprado, que es la luna más clara que tiene el año.

_Tres reyes fueron a verte a tu cama, también iba el lucero de la mañana.


"MARIABEL"

Sagrada Virgen del Carmen,

Venerada donde quieras,

Dame luz para que cante

El suceso de Valencia.

Un matrimonio habitaba

Y una hija que tenían

Que Mariabel se llamaba.

Aquella tal tenía un novio,

Pedro Carreño se llamaba.

A los padres de María

Nunca Pedro le hizo gracia,

Que la querían casar

Con el sobrino de casa.

Para el 25 de abril

Le prepararon la boda,

Por la mañana temprano

Ya estaba la gente, toda.

La novia se confesó,

Luego se viste de gala.

Al ver entrar a su primo

Se ha caído desmayada.

La levantan del suelo,

Luego que ha venido al sí.

Ella le ha dicho a la gente,

Voy un momento al jardín.

De tanto se tardaba,

Toda la gente lloraba.

Bajaron al jardín,

La vieron dentro del pozo,

Dentro del pozo ahogada.

La sacaron ya del pozo,

La subieron para casa,

En el bolsillo le encuentran

Una triste carta.

Aquella carta decía:

Dios me perdone mi falta,

Mi padre y las demás gentes,

Pa casarme sin amor

He preferido la muerte.

Pedro Carreño es su novio,

Le ha mandado hacer la caja.

La caja era de cristal,

La tapadera de plata.

Las amigas de María

Le han hecho una corona,

Una corona de flores,

De las flores más hermosas

Que gastan las valencianas.

Pedro Carreño es su novio,

Le agarraba una cinta

Por ser la última vez

Que a María acompañaba.

Copla. Se solía cantar cuando se iba al campo a trabajar.

"COPLA DEL REY DON ALFONSO"

De alejadas tierras viene

El rey a la nuestra villa;

De alejadas tierras viene

La flor de la maravilla,

Pero una voz alevosa

No decía la verdad;

Solo decía mentira:

- Pase, pase usté el buen rey,

No tema por la su vida,

Que no tiene que temer

De la gente de esta villa.

Arcos levantan en pie

Con lazos de platería,

Recuelgan de los balcones

Mantones de sedalina,

Y la gente iba diciendo

Por las calles de la villa:

- ¡Viva, viva el rey

Y toda su compañía!

¡Dios le dé mucha salud!

¡Dios le dé muy larga vida!

A eso del atardecer

Y según se caía el día,

Vio de volar la paloma,

Que por el pico decía:

-Apártate, rey Alfonso,

De esa mala compañía,

Que si tú tienes nobleza, Ellos nunca la tenían.

Cómo quieres que me aparte,

Si apartarme no podía;

Por caballeros los tengo,

Juramentos a mi me hacían.

- No son tales caballeros,

Son moros de morería,

Que adeudos dicen que son

Del Conde Sánchez García,

Y por armas ellos traen

Las del campo de Castilla.

A eso de medianoche,

Por una puerta salía,

Trasponiendo la muralla,

Una saeta venía,

Que le entró por la cabeza,

Le salió por las costillas.

- Adiós, villa de Liseo,

Que ya te doy por perdida,

Mataste a don Alfonso,

El hijo de doña Alvira.

CONJURO PARA “EL ENCONTRAU”

¡Jusa el Encontrau, jusa, jusa!

¡Jusa touh loh bichuh!

Si eh de lobu,

Jusa al monti,

Si eh de zorra,

Jusa al monti,

Si eh de lagartija,

Jusa a la rendija,

Si eh de santurrohtru,

Jusa a lo jundu,

Si eh de salamandria,

Jusa a la tertalla,

Si eh de sapu,

Jusa al buracu,

Si eh de culebrón,

Jusa al buracón,

Si eh de gallina,

Jusa al pollero.

¡Jusa el Encontrau, jusa, jusa!

En el nombri del Padri, del Hiju

Y del Ehpiritu Santu, Amén.

"DON RAINALDO"

Por los montes más espesos,

Por los montes más granados,

Después de ponerse el sol,

Acabalgaba don Reinaldo,

Con la espada doradina

Y el su caballo ruano,

Que va siguiendo a ese moro

Que lo llaman “Ruín el Barbo”.

-Por más vueltas y revueltas

Que des por montes y prados,

Te he de coger por los pelos

Y amarrarte al mi caballo.

Allá arribita, en el lombo,

Lo escuchaba “Ruín el Barbo”.

-Si quieres la mi cabeza,

Abájate del caballo,

Y trepa por estos riscos,

Por estos tristes peñascos,

Que a lo mejor es la tuya

La que ruedi boca abajo.

Siete noches van contadas

Y siete días contados;

De los siete pá los ocho,

Una voz venía clamando:

-Se le enseque el corazón,

No viva para contarlo

A los moros que han pisado

Este monte tan sagrado,

Donde reina Dios del cielo,

Padre nuestro muy amado.

De las pesas espesuras

Una sierpe se ha asomado;

Con la lengua de picadas,

Con el rabo latigazos.

Siete vueltas dio en redondo

Alredó de “Ruín el Barbo”,

Y en acabando las siete,

Se lo tragó de un bocado.

Seguirá....

jueves, 17 de abril de 2008

Lectura decimoprimera.

Adivinanzas hurdanas.


Desde lo alto da voces,
y aunque sólo tiene un diente,
bien avisa a toas las gentes.


Me pongo la capa
para bailar.
Comienza el baile.
y para girar,
la capa me quito
sin rechistar

Mi madre es tartamuda,
mi padre cantaor;
tengo blanco el mi vestido
y amarillo el corazón.


A pesar que tengo patas,
yo no me puedo mover;
llevo la comida a cuestas
y no la puedo comer.



Fuente: http://www.funjdiaz.net/folklore/07ficha.cfm?id=40

Una cajita de piripipón

Se abre y se cierra

Y no tiene son.


En el campo me crié

Atada de verdes lazos

Aquel que llora por mí

Me está partiendo en pedazos.


De cien conejos

Metidos en un cajón

¿Cuántos rabos, patas y orejas son?


Verde fue mi nacimiento

Luego de luto vestí

Las ruedas me atormentaron

Y oro fino me volví.


Fui al monte

Puse una estaca

Y con el agujero me fui pa casa.


Subí al monte

Corté un termón

Cortarlo pude

Racharlo no.



miércoles, 16 de abril de 2008

Lectura décima.

LA JÁNCANA

TERCERA PARTE

La Jáncana es una mujer muy, muy grande, como un gigante por lo menos, con barbas desaliñadas, que tiene una cabeza muy, muy gorda y un ojo muy grande en medio de la frente, ojo que es capaz de verlo todo; hasta lo más escondido y resguardado.

Pero eso no es lo peor de todo; lo peor es que se traga a los niños enteros, sin masticar siquiera. Y no se le escapa ni uno…

Los ojos de los chicos se abren como platos, expectantes, en señal de alarma y a la defensiva. Así, estando tan atentos a la historia que les contaba el abuelo sobre esa extraña mujer, un gato salta de improviso en el leñero a la caza de algún ratón y un tronco resbala escandaloso desde la cumbre de un montón de leña, los chicos se sobresaltan asustados y se acurrucan buscando protección. Un brillo frío cruza sus miradas y las respiraciones son cada vez más intensas, tanto que son oídas por todos los que estaban en la sala sin ningún tipo de esfuerzo.

Juanillo hace esfuerzos por tragar esas gotas de saliva que se resisten molestas en la garganta. Ya se imagina y ve a la Jáncana desgreñada que sale del leñero con el gato entre las fauces, casi devorado, y el rabo ligeramente asomando por la comisura de los labios. Sólo tenuemente balbucea:

- ¡Pues me tapo la cabeza con las mantas y no me ve!

Enseguida, las risotadas de todos los presentes se hacen notar y suenan inexplicables en los oídos de Juanillo, que siente un terror inconfesable.

Bien entrada la noche se da por terminada la faena y cada cual emprende el camino de su casa. El cielo parece una gran alfombra agujereada de puntitos relucientes , la luna está menguante y resulta insignificante en medio de la noche. Hace rato que comenzó a helar y están resbaladizas las piedras del enrollado de la calle. Incomprensiblemente un gato despistado, quizás en celo, se despereza en al cumbrera de la casa de enfrente.

La madre acompaña a Juanillo a la cama y lo arropa, le da las buenas noches de forma cariñosa y con mimo. Pero Juanillo no puede dejar de pensar en la horrible Jáncana, se encoge entre las mantas y se tapa la cabeza, como medida preventiva ante el peligro...Tarda en dormirse, pero al fin, rendido, acaba por conciliar el sueño.

Pero no resulta un sueño apacible como otras veces. Se vuelve y se revuelve entre las mantas, sin terminar de adoptar una postura cómoda. Estira las piernas bruscamente, parece una coz, aprieta bien los dedos de la mano, tanto que ya no puede más y suda; suda un sudor frío y lleno de miedo y de impotencia. Se está soñando que la Jáncana lo coge. Quiere correr de prisa y mueve las piernas con velocidad y agitación; pero sus pies aplomados por el terror se pegan al suelo y no avanzan, no se mueven..Y la Jáncana se acerca con sus fauces ensangrentadas entreabiertas y sus barbas erizadas rugiendo ferozmente, acuciada por una hambre canina que le remueve las tripas. Ya casi le roza; y él se mueve más y más, apretujado en el remolino de las mantas...

Cuando parece que ya está a punto de devorarlo entre sus apestosas fauces, se despierta bruscamente sobresaltado y comprueba que se ha orinado encima involuntariamente mientras dormía, mientras sus fuerzas estaban concentradas en la huida del monstruoso ser... Con el ajetreo se ha destapado y la humedad le sube, todavía templada y reciente, hasta empaparlo todo. Cuando se da cuenta de lo que le ha pasado, se queda callado y no protesta, hasta que amanece.

Por la mañana la madre acude a despertarlo y descubre la mancha, ampliamente desplegada sobre la sábana. Pregunta, sin intención de reñirle:

- ¿Qué te ha pasado Juanillo?

- Que corrí y corría, pero la Jáncana me cogía...

El niño cuenta a la madre el miedo que ha pasado y que por eso se ha orinado sin querer. La madre se ríe por dentro, y le promete a Juanillo que nunca más volverán a asustarlo con el cuento de la Jáncana. El chico,cansino, se despereza, y muestra señales de querer dormir más, pero se aproxima la hora de ir a la escuela, y no puede quedarse en la cama ni un minuto más.

Por los cerros del Manaero los primeros rayos solares devuelven a los montes el colorido robado por la negra envoltura de la noche. Un borrico rebuzna ruidosamente, reclamando la presencia de su amo, con la ración tempranera de comida. Bajo el portal del corral, un perro encaracolado sobre un viejo serón de esparto se resiste a abandonar su prolongada postura de descanso. Mientras el mito de la Jáncana se desvanece para muchos, para otros tantos siempre estará al acecho... presente en sus memorias desde que sus abuelos le contaban el cuento de la Jáncana justo antes de irse a dormir.

Adaptación de un fragmento del cuento “La Jáncana”,

de José Luís Sánchez Martín

Lectura novena.

LA JÁNCANA

SEGUNDA PARTE

Las noches siguientes serán dedicadas a escoger las castañas y a raspar los trozos de cáscara, que a golpe de pila en el mazón no fueron adecuadamente eliminadas, con viejas y herrumbrosas navajas mochas, a las que faltaba media hoja por lo menos.

Una de esas noches de finales de noviembre, después de cenar, se reunieron en casa de Juanillo con su familia varios tíos y algunos vecinos, con su hijos respectivos, para echar una mano en la lenta faena del raspado de las castañas.

La tarea seguía monótona e inacabable. En la lumbre, unos palos de olivo y varias cepas de brezo rojo se consumían al compás del flamear de las llamas. En las llares colgaba un viejo cubo de cinc, agujereado a propósito, donde calmosamente se asaban las castañas o carbotes, a fuego lento. Tras el necesario reposo de los carbotes, se hacía un alto en la faena para comerlos, avanzada la velada, cuando ya la digestión de la temprana cena corría presurosa hacia su término. Algunos, en especial los que disponían de mala dentadura, preferían las tortas y aplastaban con el "machuco", una especie de martillo o mazo de madera que se usaba para machacar las castañas asadas, principalmente las que presentaban cierta resistencia a ser peladas. Los muchachos pelaban con rapidez los carbotes, y guardaban, seguramente los mejores, para comer al día siguiente durante el recreo de la escuela.

Avanzaba la noche y los chiquillos comenzaban a mostrarse especialmente latosos y molestos, en parte por el aburrimiento y la monotonía, en parte porque ya les iba venciendo el sueño, y esto les hacía cada vez más impertinentes e inaguantables. Juanillo era reprendido por su padre cada vez que sacaba de la lumbre un tizón encendido y lo agitaba por los aires sin perder su moviendo con los ojos, fascinado por la estela colorida que dejaban las llamas tras de sí.

- ¡No juegues con los tizones, que te vas a orinar en la cama!
Su primo tocó la base metálica de las llares y se quemó en un dedo. Como premio por semejante acción recibió como recompensa un pescozón inesperado. Así, sin rechistar, arrugó el hocico y se tranquilizó por un momento.
El hijo del vecino se tiznó al tocar el "carbochero" donde se habían asado las castañas. Como por instinto, su mano se dirigía a limpiarse en la falda de la madre; pero su corto vuelo fue detenido en seco por un manotazo del padre, que adivinó al segundo las intenciones del muchacho.

Es muy tarde, y los mayores, cansados por el trabajo, ya no aguantan el continuo guerrear de los muchachos, unos y otros gritan desesperados:

- ¡Qué latosos estáis; os podíais ir a dormir y dejadnos trabajar en paz!-

Pero los pequeños no están por la labor de seguir tales consejos y vuelven a incordiar, hurgando en las cepas de la lumbre para que salten chispitas o potricos, echando cáscaras de castaña al fuego para que restallen saltarinas al arder o contiendo las navajas para imitar a los mayores que rascan las castañas, con el consiguiente peligro de la cortadura.

Entonces el abuelo, con su tono de patriarca, comienza a hablar de la “Jáncana”, para tratar de atrapar la atención de los chiquillos y mantenerlos dentro del mayor orden posible.

- A los muchachos malos que no se quieren dormir se los va a llevar la Jáncana…

- Eso, eso, vamos a llamarla, que venga, que venga…amenazan los mayores.

De entre todos amenaza la atención y la curiosidad de Juanillo, que interrumpe preguntando:

- ¿Y qué es eso de la Jáncana?...


Adaptación de un fragmento del cuento “La Jáncana”,

de José Luís Sánchez Martín

Lectura octava.

LA JÁNCANA

PRIMERA PARTE

Juanillo era un chiquillo ágil y despierto, de pelo negro intenso y tez aceitunada, y una mirada profunda que todo escudriñaba. Tenía unos seis años y era el menor de cuatro hermanos. Nacido de parto tardío, sus hermanos, mucho mayores, le sacaban entre diez y dieciséis años. Continuamente jugueteaban con él y le gastaban bromas y perrerías, por diversión general y como entrenamiento para que fuera fogueando en los duros altibajos con que la vida habría de columpiarlo. Sus padres trabajaban de sol a sol en las tareas del campo y no disponían de tiempo para regocijos.

Una mañana de finales de noviembre la familia de Juanillo madrugó. Al punto de clarear, su tío, su padre y su abuelo desayunaban sendos tazones de café hecho con leche de cabra, migados de pan, y unas perrunillas de manteca de cerdo. Iban a pilar las castañas, tarea consistente en golpear entre dos personas, de pareja talla, un saco de lona con el contenido de una cesta de castañas secas contra un mazón o tronco de cerezo negrino, de altura próxima al metro y forma cilíndrica, para despojarlas de la cáscara.

La cuadra, que estaba libre del mulo -estaba pastando en la pradera del encinar-, había sido habilitada para realizar la tarea de la pila de las castañas. En medio estaba el mazón de cerezo, desafiante y semienterrado en el estiércol, para evitar los posibles y molestos balanceos que se ocasionaban por el efecto de los golpes del saco de castañas sobre su superficie superior. El tío y el padre de Juanillo iban contando mentalmente los golpes dados a cada "pilotá" o cupo de castañas introducidas en el saco de lona y cuando uno de ellos, siempre el mismo, consideraba que eran suficientes, gritaba:

- "Buena........!

Y paraban de golpear.

Se vaciaba el contenido del saco de lona en una artesa de madera que, diestramente manejada por el abuelo en un rincón de la cuadra, servía para realizar una primera y burda limpia del fruto. Éste, por su mayor peso, quedaba depositado en el fondo de la artesa, mientras las cáscaras molidas y el polvillo salían despedidos de la misma, por efecto de mecánicos movimientos repetitivos de elevación y de descenso de la artesa acompañados de leves semiflexiones de piernas y brazos del abuelo. El polvillo abundante depositado en su escasa cabellera y en sus cejas daba un gracioso y raro aspecto algodonoso a la configuración externa de su cabeza. A Juanillo le hacía gracia y sonreía, levemente tiznado, desde la esquina de la puerta de la cuadra.

En el rincón donde el abuelo limpiaba las castañas con la artesa, algunas telarañas próximas al techo también se adornaban de polvillo, resultando menos transparentes, invisibles y ligeras que de costumbre. La araña se había retirado a lo más profundo del agujero, molesta por el ruido de los golpes y la invasión inesperada de su perpetua tranquilidad, siempre expectante y al acecho de algún bichito descuidado que pudiera quedar enredado en las redes de sus trampa engañosa.


Adaptación de un fragmento del cuento “La Jáncana,

de José Luís Sánchez Martín

Lectura séptima.

A UN RICO
(Soneto)

¿Quién te ha dado tu hacienda o tu dinero?
O son fruto del trabajo honrado,
o el haber que tu padre te ha legado,
o el botín de un ladrón o un usurero.

Si el dinero que das al pordiosero
te lo dio tu sudor, te has sublimado;
si es herencia, ¡cuán bien lo has empleado!;
si es un robo, ¿qué das, mal caballero?

Yo he visto a un lobo que, de carne ahíto,
dejó comer los restos de un cabrito
a un perro ruin que presenció su robo.

Deja, ¡oh rico!, comer lo que te sobre,
porque algo más que un perro será un pobre,
y tú no querrás ser menos que un lobo.

Jose María Gabriel y Galán (1870-1905)

Lectura sexta.

ROMANCE A UN PUEBLO HURDANO

Donde la sierra Altamira

descansa sobre la falda

orgullosa, sensiblera,

por ser de verdura tanta;

donde el castañar clarea

y el olivar se abalanza

ocupando los rincones

de pendientes y hondonadas;

donde abunda la frescura

y el cante del agua clara

acuna con su sonido

las convulsiones del alma;

Casar, con su morería,

vive la vida y no para.

Como barquillo velero

en la loma se remansa,

con sus casitas tendidas

bajo el sol de la mañana.

Casar, serrano y bravío,

crisol de sangre preciada,

donde las razas conviven

judía, morisca y cristiana.

Lectura quinta.

UNO DE BRUJAS

Érase una vez que había en un país al otro lado del mundo, más allá de las Hurdes altas, una bruja buena y otra mala. La bruja buena, que era rica, tenía un escudo y una escoba de oro. La bruja mala, que tenía una escoba sucia, vieja y fea, era muy envidiosa y quería quitársela.

- ¡Se va a enterar esa presumida! -pensó justo antes de irse a dormir.

Urdió un plan y se decidió a ponerlo en práctica.

Una noche, aprovechando que la bruja rica estaba durmiendo, la bruja mala se acercó hasta la cueva de la bruja buena, entró con mucho cuidado, sin hacer ruido, y se llevó el escudo y la escoba de oro que tenía junto a la cama.

Al día siguiente, por la mañana, cuando la bruja buena despertó, se dio cuenta que no estaban el escudo y la escoba de oro en el lugar que los dejó por la noche.

- ¡Maldición, me han robado! ¡Saldré a investigar quién ha sido! ¡Seguro que ha sido la bruja mala!

La bruja buena preparó la comida, la ató con un trapo para hacerse un atillo y se puso a buscar por los caminos. Cansada, se paró a descansar en una fuente que había en un recodo, bajo unos chopos. Vio que se acercaba un brujo. Pensó que podría preguntarle si sabía algo del asunto del robo. Pero antes que ella abriera la boca, el brujo se adelantó a decirle:

- ¿Qué te pasa hermana?

- Que me han robado...¿Sabes dónde se encuentra el castillo de la bruja mala?

- Lo siento, pero no lo sé...

La bruja buena le ofreció algo de comer a ese brujo tan guapo. Luego, siguieron caminando juntos, sin rumbo fijo que seguir durante bastante tiempo.

De tanto estar juntos se acabaron enamorando poco a poco el uno del otro. Se gustaban y se encontraban a gusto dándose compañía. De repente, el brujo se para, coge a la bruja por los brazos, la mira a los ojos con dulzura y le ruega:

- ¿Te quieres casar conmigo?

- ¡Claro que sí, me encantaría....pero antes tengo que recuperar lo que es mío, mi escudo y mi escoba de oro!

- ¡No te preocupes, yo te ayudaré querida!

La bruja buena aceptó y quedaron comprometidos. La bruja mala, desde lo alto de un promontorio rocoso, vigilaba con un telescopio todos los movimientos de todo aquel que pasara cerca de su castillo. Estaba rabiosa porque quería que el brujo se casara con ella.

Pero al mover el telescopio, el cristal de la lente produjo un resplandor y la bruja buena se dio cuenta que en la cima de la peña se escondía alguien. Subieron a ver quién era... ¡Era la bruja mala! ¡Y tenía con ella las cosas que había robado!

Con la ayuda del brujo, la bruja buena, como era de esperar, venció a la bruja mala y pudo recuperar su escudo y su escoba de oro. Como castigo, obligaron a la bruja mala a marcharse del país y no aparecer por su castillo nunca más.

Finalmente la bruja buena se casó con el brujo y se quedaron a vivir en el castillo de la bruja mala, que había sido vencida y desterrada. Tuvieron muchos hijos brujos y muchas hijas brujas, y se lo pasaron súper maravillosamente.

Oye..., sí tú, el que estás leyendo..ya veo que no tienes nada que hacer esta tarde. Te propongo un plan:

¿Quieres venir por el castillo de la bruja buena, a divertirte un rato? Si te decides, sólo tienes que avisar. La bruja se sentiría encantada de mandarnos una escoba y estamos allí en un momento, y así podremos conocerlos y jugar un rato con sus hijos. ¿Vale?

Lectura cuarta.

MI VAQUERILLO

He dormido esta noche en el monte
con el niño que cuida mis vacas.
En el valle tendió para ambos
el rapaz su raquítica manta
¡y se quiso quitar-¡pobrecito!-
su blusilla y hacerme almohada!
Una noche solemne de junio,
una noche de junio muy clara...
Los valles dormían,
los búhos cantaban,
sonaba un cencerro,
rumiaban las vacas...
y una luna de luz amorosa,
presidiendo la atmósfera diáfana,
inundaba los cielos tranquilos
de dulzuras sedantes y cálidas.
¡Qué noches, qué noches!
¡Qué horas, qué auras!
¡Para hacerse de acero los cuerpos!
¡Para hacerse de oro las almas!
Pero el niño ¡qué solo vivía!
¡Me daba una lástima
recordar que en los campos desiertos
tan solo pasaba
las noches de junio
rutilantes, medrosas, calladas,
y las húmedas noches de octubre,
cualdo el aire menea las ramas,
y las noches del turbio febrero,
tan negras, tan bravas,
con lobos y cárabos,
con vientos y aguas!...
¡Recordar que dormido pudieran
pisarlo las vacas,
morderle en los labios
horrendas tarántulas,
matarlo los lobos,
comerlo las águilas!...
¡Vaquerito mío!
¡Cuán amargo era el pan que te daba!
Yo tenía un hijito pequeño
-hijo de mi alma,
que jamás te dejé si tu madre
sobre ti no tendía sus alas!-
y si un hombre duro
le vendiera las cosas tan caras!...
Pero ¿qué van a hablar mis amores,
si el niñito que cuida mis vacas
también tiene padres
con tiernas entrañas?
He pasado con él esta noche,
y en las horas de más honda calma
me habló la conciencia
muy duras palabras...
Y le dije que sí, que era horrible...,
que llorándolo el alma ya estaba.
El niño dormía
cara al cielo con plácida calma;
la luz de la luna
puro beso de madre le daba,
y el beso del padre
se lo puso mi boca en su cara.
Y le dije con voz de cariño
cuando vi clarear la mañana:
-¡Despierta, mi mozo,
que ya viene el alba
y hay que hacer una lumbre muy grande
y un almuerzo muy rico... ¡Levanta!
Tú te quedas luego
guardando las vacas,
y a la noche te vas y las dejas...
¡San Antonio bendito las guarda!...
Y a tu madre a la noche le dices
que vaya a mi casa,
porque ya eres grande
y te quiero aumentar la soldada...

Jose María Gabriel y Galán (1870-1905)

Lectura tercera.

HISTORIA BREVE DE LA COMARCA DE LAS HURDES

Algunos estudiosos de la comarca coinciden en que Hurdes proviene de la palabra “jurdes”, que significa lavadero, ya que en el lavado de sus tierras se obtenía oro, metal contenido en la pizarra, material abundante y preciado en la zona, a través del cual se adornan o recubren las casas y construcciones típicas hurdanas.

Las Hurdes ha sido una tierra muy visitada por personajes ilustres desde que lo hiciera nuestro famoso escritor Miguel de Unamuno en 1914 acompañado del humanista francés Maurice Légendre. Fue en esa visita a nuestra comarca cuando Unamuno pronunció esas palabras que después con el paso de los años se hizo tan famosa: -”Aunque en todas partes el hombre es hijo de la tierra, en las Hurdes la tierra es hija de los hombres”, refiriéndose sobre todo a los pueblos y alquerías encauzadas en las Hurdes Altas, cuyas numerosas construcciones de pizarra aun hoy se confunden con la tierra. Por ello los hurdanos, debido a las características del terreno, que lo hacía muy difícil de arar, tuvieron que hacer bancales para poder transformar esas tierras en zonas donde se pudiera cultivar. Debido también a este terreno tan abrupto, tuvieron que optar por un tipo de ganado que pudiera adaptarse bien a esta sierra tan rocosa, por eso las cabras, fundamentalmente, forman el mayor número de cabezas de ganado de la zona, ya que pueden desplazarse con mayor facilidad por las numerosas pendientes tan características de esta sierra rocosa.
Antiguamente los hurdanos y sus tierras pertenecían al término municipal de La Alberca, en la provincia de Salamanca, no fue hasta 1531 cuando por fin pudieron adquirirlas en propiedad y no tener que pagar para poder cultivarlas. Por ello pagaron a la Casa de Alba, antigua propietaria de las tierras hurdanas, siete mil quinientos maravedíes y setenta y cinco pares de perdices.

Ya a finales del siglo XIX, el obispo de Plasencia, Francisco Jarrín Moro, creó la Sociedad Esperanza de las Hurdes, y comenzó a despertarse un interés generalizado por esta comarca.

Debido a todos estos acontecimientos, ya a principios del siglo XX, concretamente en 1908, se creó el Primer Congreso Jurdanófilo, que tuvo lugar en Plasencia y más tarde se fundaría en Salamanca la revista “Las Hurdes”, que contó con colaboraciones de autores tan renombrados como José María Gabriel y Galán, que dedicó varias de sus obras a la gran admiración que sentía por esta comarca.

Ya bien entrado el siglo XX, doctores de gran prestigio de la época, como Gregorio Marañón, Bardají y Goyanes, hicieron una visita a las Hurdes, exactamente en el año 1922. Esta visita sirvió como preparación a la que hiciera en junio de ese mismo año el rey de España Alfonso XIII. Este hecho fue una de las grandes causas por la que esta comarca comenzara a ser conocida por sus bellos parajes, su exquisita gastronomía y la gran humildad y hospitalidad de sus gentes.

Laura Caparrós González

Lectura segunda.

LA FUENTE DE ROLDÁN

Por el camino que sube

sin prisas y sin parar

desde la Erías al puerto

-es digno de contemplar-

brota una fuente en la peña,

que es la fuente de Roldán.

Roldán el batallador,

Roldán, el de la verdad,

sobrino de Carlomagno

y tan dulce en el amar.

Aquel por quien doña Alda

suspira sin descansar,

a quien toda Francia espera

victorioso regresar.

Con Carlomagno se alista

para tratar de doblar

la bella tierra de España,

esta tierra sin igual.

Pero la muerte es traidora

y le espera en su lugar.

Un día por estas laderas

quiso trepar y trepar;

muy fuerte era la pendiente,

muy espeso el matorral

y el bravo guerrero suda

el esfuerzo de su afán.

Siente sed el caballero,

abrasa como un volcán;

las entrañas de su cuerpo

amenazan reventar.

El arroyo no está lejos,

pero pendiente abismal

separan las aguas frescas

de su seco paladar.

Con la furia del enfado

da un golpe en el peñascal

y su espada Durindana

hundiéndose hasta el puñal

abre una brecha en la peña,

tan honda, tan especial,

que al instante en agua fresca

hace que rompa a brotar.

La tradición desde entonces

la llama fuente Roldán.

José Luís Sánchez Martín